atardece húmeda la calle única del pueblo
y la bruma de la orilla se huele en el aire
a la casa de los mirasoles
vuelve la mujer
de faldas mojadas
con sus cestas y arponeras
con pequeños crustáceos marinos
anidados en los cabellos
al verla
asoman niños entre maderas
y corren descalzos y ruidosos
veredas abajo por el empedrado
ruedan a sus brazos
y saltan besos
como sapitos de lluvia
son risas de sandías rosadas
y delicias
de calabacitas graciosas
y suaves
huelen a tomate y cebolla frita
esperándola
con las últimas luces caminan
caminan como canciones