te vas en una bolsa
sobre una camilla plegable con ruedas
y la casa se vuelve a
tu paso oscura y fantasmal
la mesada, las canillas
las baldosas del patio
una triste manguera
verde reptando
parece ser lo único que
sobrevive
y
tu perro
que ahora no es más tu
perro
se queda
solo en el mundo
ya no te duelen las
manos
ni te preocupan las
deudas
no es un día especial
solo dos o tres vecinos
en la vereda
y la ambulancia que
vino
sin apuro
siempre atrae la
novedad de la muerte
no hay en ello nada
extraordinario
pero la gente se acerca
con un gesto determinado
y se para a mirar
la casa queda ahora
atrás
repentinamente ajena
la tierra del patio que
recibía el primer mate de la mañana
tus cosas cotidianas se
vuelven monstruosas
el cepillo de dientes,
el peine
tus zapatos
tienen partículas de tu
piel
el espejo queda
esperando la cita matinal
tu rostro de las cinco
y media
y la ducha que no
arreglaste gotea
el mameluco, el casco,
los botocos, por fin descansan
la cocina más húmeda y
fría que ayer
el foco que ahora sí
prendió
hubo una vez un pájaro
en la ventana
en las plantas la savia
corre como en los manuales
cumpliendo las reglas
de la botánica
lo que guardabas
ese fulgor que hizo
rugir tu pecho
ya no esta aquí
la humedad de las
paredes que era tu paisaje familiar
se desdibuja
y nada más
porque te estás yendo
por última vez de esa casa que fue tuya
alguien apaga el
interruptor y la luz se evanece como tu aliento.
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